
La raíz etimológica de Histeria proviene de la palabra griega para útero, hystera. En la era victoriana fue el diagnóstico habitual de un amplio abanico de síntomas, que incluían todo tipo de síntomas somáticos como por ejemplo insomnio, espasmos musculares, irritabilida, dolores de cabeza. Las pacientes diagnosticadas con histeria femenina debían recibir un tratamiento conocido como «masaje pélvico», estimulación manual de los genitales de la mujer por el doctor hasta llegar al orgasmo que se denominaba «paroxismo histérico», al considerar el deseo sexual reprimido de las mujeres una enfermedad. Otra forma habitual de tratarla era el lavaje vaginal. Ya vemos de entrada que se intuía de alguna manera por parte de la comunidad médica que habría un deseo insatisfecho como causa de los síntomas histéricos, en este caso se reducía a la insatisfacción sexual en el coito cuya solución era llevar a la mujer al orgasmo. A finales del s. XIX especialmente por la influencia de Charcot, pasó al primer plano el problema planteado por la histeria al pensamiento médico. Se buscó la solución en dos direcciones: por una parte ante la ausencia de toda lesión orgánica, atribuir la causa de los síntomas histéricos a la sugestión, a la autosugestión o incluso a la simulación y por otra parte considerar la histeria como una enfermedad neurológica. El camino seguido por Breuer y Freud les condujo a superar esta oposición. Freud consideraba la Histeria como una enfermedad psíquica bien definida e intentó establecer el “mecanismo psíquico” pensando a la histeria como una enfermedad por representación en la cual se está representando un conflicto no resuelto inconsciente y que se desplaza hacia un síntoma.
Inicialmente, Freud distinguía entre Histeria hipnoide, de retención y de defensa, para posteriormente definirla como una defensa. ¿Defensa de qué? Freud adopta la idea de una neurosis adquirida. En los Estudios sobre la histeria (1895) vincula los fenómenos histéricos con la neurosis traumática. Es decir que había un trauma reprimido, que se había hecho inconsciente por el hecho de ser penoso, prohibido o insoportable y por lo tanto, habiéndose hecho inconsciente el recuerdo del trauma, éste actuaba en forma de restos o reminiscencias afectivas en la vida presente del sujeto, por ejemplo neuralgias o contracturas. Es decir, el afecto ligado al episodio causal no se había producido lo que él llamaba abreacción, no se había producido una descarga de energía por vía verbal que permitiera la disolución del síntoma. Descubre así que esEste texto ha sido escrito a partir de varias lecturas que me han permitido entender mejor el fenómeno de la histeria. He intentado hacer un recorrido histórico y no histérico para situarme enseguida en las ideas de Freud que permitieron la creación del Psicoanálisis. Tanto las ideas iniciales, como el análisis del sueño de la Bella Carnicera, ejemplo de sueño indicado por Freud representativo de una estructura histérica han sido considerados. A partir de estas ideas, he introducido algunos conceptos lacanianos aplicados al concepto de la histeria.
La historia de la histeria se remonta a la antigüedad. Fue descrita tanto por el filósofo Platón como por el médico Hipócrates y se encuentra recogida antes en papiros egipcios. Un mito de la antigua Grecia relata que el útero deambula por a descarga “no descargada” se aloja en el cuerpo en forma de síntoma. El síntoma es entonces un mensaje ignorado por su autor y que es preciso entender su valor metafórico, qué nos está diciendo en una especie de jeroglífico sin resolver. El análisis del sueño de la “bella carnicera”publicado en La interpretación de los sueños le permite a Freud afirmar que la soñante se ve obligada a crearse un “deseo insatisfecho”¿Por que no quiere el caviar que desea y prefiere el salmón que le gusta a su amiga? La Bella carnicera cree que su marido si bien está muy enamorado de ella y aparentemente está muy satisfecho con su relación, manifiesta cierto interés por una mujer que no es en absoluto su tipo (es delgada y en general le gustan las mujeres más en carnes, como ella misma), es el objeto enigmático del deseo de su marido. En el sueño que le relata a Freud se identifica con esa mujer a la que su marido también desea. En otras palabras, detecta un deseo previamente insospechado en su marido y procura convertirse en ese objeto para gustar a su marido del Todo. Eso le da un sentimiento de ser el objeto que le falta al Otro, el objeto necesario para completar al Otro.
Al identificarse con el objeto de deseo de su marido, al mismo tiempo, ella misma desea ser su amiga, desea a su amiga. La “otra” es una mujer deseada por el Otro. La posición de la histerica como sujeto deseante depende del deseo del Otro. Al mismo tiempo para no perder su deseo de ser deseada por su marido, la Bella carnicera debe mantener vivo el deseo de él, sin permitirle que obtenga demasiada satisfacción. Lacan dice “El deseo se sostiene únicamente por la falta de satisfacción que le aporta al escabullirse como objeto”Le dice a su marido que algun día le encantaría tomar caviar incita en él el deseo de comprarle el caviar necesario. Pero entonces le dice que no quiere que se gaste tanto dinero en ella. Primero despierta el deseo en él… y luego le demanda que no lo satisfaga!! El fantasma fundamental de la histérica puede pensarse como una respuesta a la separación. No puede soportar la separación del Otro a partir de la privación de su propio deseo o la pérdida de su propio objeto de deseo y entonces se coloca como objeto de deseo, como objeto que le falta en el Otro. De esta forma, no hay pérdida de objeto, sinó que es siempre un objeto deseado y si es deseada, será deseante del Otro. En el caso de la madre, como objeto de deseo primordial y como Otro, la histérica siente que sin su hija la madre no es completa como madre y se constituye como el objeto necesario para totalizar o completar a la madre (el objeto que colma o detiene el deseo de la mAdre), es decir, tiene garantizado un espacio dentro del Otro. Entonces la histérica trata de adivinar el deseo del Otro y convertirse en el objeto particular que cuando falta, hace desear al Otro. La histérica por lo tanto se identificaría con el objeto a causa del deseo del Otro y el objeto con el que se relaciona su fantasma sería el Otro en falta A/. Así el objeto de la histérica sería un Otro simbólico o amo que tiene y del cual obtiene saber y/o poder a través de él. Tomando la posición de objeto deseado por el Otro, la histérica será deseada, será necesaria para la satisfacción del deseo del Otro. Habrá un dominio del deseo del Otro y de esta manera podrá dominar su deseo y en consecuencia poder manejar al Otro. El Otro es el sujeto deseante en el fantasma histérico que desea cuando y como la histerica como objeto lo considera apropiado. De hecho la histérica intenta asegurarse de que el deseo del Otro permanezca insatisfecho lo que deja a la histérica en un permanente rol de objeto. El Otro como sujeto deseante aquí no es sino una marioneta: es el Otro cuyo deseo la histerica deja insatisfecho para poder conservar su rol de objeto deseado, de falta de deseo. En el fantasma de la histérica es el Otro A/ el que desea. A primera vista la histérica no parece ocupar una posición deseante, sino que es simplemente un objeto de deseo del Otro. Pero la histérica sí que se identifica con el Otro, y lo desea como si ella fuese él. Si ella desea lo que cree que el Otro desea, se identificará con el Otro y podra identificar el deseo del Otro para poderle satisfacer. Desea como si estuviese en la posición de él, como si fuese un hombre. La histérica desea como si fuese el Otro. No como el Otro sinó como el otro pero para ella es el Otro. Lacan caracteriza la histeria con la formulación “L’Histerique fait l’homme” (se. XX, p. 79) que puede entenderse como que la histérica hace al hombre y la histérica hace de hombre. Ella hace de él un hombre al suscitar su falta, su deseo; al mismo tiempo, ella usurpa su lugar. En la Bella carnicera, vemos como se identifica tanto con su amiga como con su marido, en el nivel del deseo por la amiga. Como con su marido, en el nivel del deseo por la amiga. La histérica se pregunta, soy hombre o mujer? Como se identifica con ambas posiciones, ¿como situa la histérica su propia sexualidad? Con todo este circuito, entonces, como dije anteriormente, la histérica se convierte en amo del deseo del Otro (la causa de su deseo) aunque al mismo tiempo intenta evitar ser la persona con la cual él satisface su deseo. Mantiene su deseo insatisfecho para evitar ser el objeto de su goce. Se niega a ser la causa de su goce. Quiere ser la causa de su deseo pero no de su goce. En un ánalisis, de la misma manera que la histérica busca y provoca la falta / el deseo en su pareja procurando saber qué es ella como objeto de deseo a partir del deseo del Otro, también busca lo mismo en el saber acerca de sí misma ¿Qué me pasa doctor? Esperando que sea el analista que se lo proporcione. Si el analista cae en la trampa, se producirá un alivio momentáneo para el analizante. Poco después se presentará con nuevos síntomas buscando la falta en el saber de analista, para convertirse en el amo del saber del analista. Por lo tanto, para poder hacer un análisis efectivo es necesario que el analista pueda realizar una maniobra de inversión en el procedimiento. Por ejemplo ¿qué es lo que me pasa? – ¿Qué es lo que te pasa? Esta transición es lo que Lacan llama el pasaje del discurso histérico al discurso analítico. Y si es efectiva, llevará a la histérica a dejar de esperar recibir saber del Otro. Entonces a partir de este punto, se podrá empezar a hacer un análisis y se abrirá a la posibilidad de que la histérica se pueda enfrentar a la tragedia del deseo. Llevándola al abismo del no ser deseada por todos, al no-todo es posible, llevándola hacia las posibilidades, imposibilidades y contingencias de la materialización y satisfacción de su deseo. En el texto Consideraciones sobre la Histeria de 1977 , Lacan dice: [Las histéricas] Fueron ellas quienes permitieron el nacimiento del psicoanálisis cuando Freud se dispuso a escucharlas. Al escucharlas, Freud inauguró una modalidad completamente nueva de la relación humana. El inconsciente se origina en el hecho de que la histérica no sabe lo que dice cuando, de hecho, algo dice con las palabras que le faltan. El inconsciente es un sedimento de lenguaje. Un síntoma histérico es algo muy curioso. Se soluciona a partir del momento en que la persona, que verdaderamente no sabe lo que dice, comienza a balbucear. Lo que sorprende en los Studien uber Hysterie es que Freud llega casi, incluso del todo, a vomitar que todo ello se resuelve con palabras, que con las propias palabras de la paciente, se evapora el afecto. La cuestión es saber si el afecto se ventila, o no, con palabras. Algo sopla en esas palabras que vuelve inofensivo el afecto, es decir, que no engendra síntoma. El afecto ya no engendra síntoma una vez que la histérica ha empezado a contar aquello con lo que se asustaba. Decir que se asustaba tiene todo su peso. Si es preciso un término reflexivo para decirlo es porque se da miedo a sí misma.
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